Para las familias, la caída del precio de la vivienda supone una disminución de su riqueza ya que tienen la mayor parte de ella invertida en el sector inmobiliario. Ello les lleva a reducir su consumo y aumentar el ahorro. La riqueza de las empresas también disminuye, pues una caída del precio de la vivienda refleja, principalmente, una caída del precio del suelo y, por lo tanto, cae el valor de sus activos inmobiliarios. La caída de la producción es especialmente importante para las empresas pequeñas y medianas, ya que son las que utilizan más sus activos inmobiliarios como garantía de crédito y, al reducirse su valor, disminuye su capacidad de endeudamiento.
Finalmente, la caída del precio de la vivienda también afecta la rentabilidad de las entidades financieras, pues aumenta el riesgo de que la garantía de los créditos en mora caiga por debajo del valor del crédito concedido. Ello, junto con un mayor deseo de liquidez para poder hacer frente a potenciales eventualidades, puede reducir la capacidad de las entidades financieras de otorgar crédito. La caída del consumo, la producción y la oferta de crédito pueden generar una espiral contractiva de la economía de severas consecuencias.