¿Quiénes son?
S&P es 100% propiedad de la editora estadounidense McGraw Hill. De forma indirecta, entre los accionistas de McGraw Hill figuran las empresas financieras y de inversiones Capital Group y State Street, Vanguard Group, la gestora BlackRock, el banco de inversión Oppenheimer Funds, la firma de inversiones T. Rowe Price, el fondo Dodge Cox, Fiduciary Management, Independent Franchise Partners y el fondo de pensiones de los profesores de Ontario, en Canadá (1,94%).
Moody’s está participada por Capital Group, State Street, Vanguard Group, BlackRock, T. Rowe Price, Berkshire Hathaway Inc, Value Act Capital Managment, Neuberguer Berman e Invesco Advisers.
Fitch está participada en un 60% por la financiera francesa Fimalac y en un 40% por la editora de diarios y revistas The Hearst Corporation.
¿Cuál es su historia?
Estas agencias no se han creado con la actual crisis. Su historia se remonta a principios del siglo XX para evaluar las emisiones de obligaciones de las compañías de ferrocarriles de Estados Unidos. Después, extendieron sus servicios a entidades financieras, de seguros y estados.
¿Qué hacen?
Su misión es hacer análisis de las cuentas y balances económicos de los estados soberanos, de bancos, compañías de seguros y todo tipo de productos financieros. Investigan aspectos como el nivel de deuda, los historiales de pago, los activos, el patrimonio, recursos propios…
No solo se limitan a los cuadernos de cuentas recientes, sino que miran también las estadísticas pasadas, con el ánimo de establecer comparaciones y de poder emitir un veredicto sobre cuál será la marcha futura de la empresa.
Tras hacer todos los exámenes pertinentes, ponen nota a la empresa o estado evaluado. Esta calificación sirve en el mercado para que los inversores sepan si ese estado o empresa es una inversión segura y de calidad (si está dentro del rango de «grado de inversión») o si, por el contrario, se trata de una inversión de alto riesgo.
¿Cómo hacen negocio estas agencias?
Sus clientes son las empresas y estados a los que evalúan. Estos pagan cantidades astronómicas por ser analizados y calificados. El 100% de las compañías cotizadas pagan a las agencias de rating por contar con su juicio en forma de nota de crédito.
¿Cuándo actúan?
Publican sus análisis de manera periódica, aunque sin plazo definido. Su misión es realizar una continua revisión de todos los datos económicos que presentan sus clientes y de los cambios normativos que les pueden afectar. Cada vez que atisban un impacto significativo, pueden cambiar su nota crediticia y así lo hacen saber al público.
¿Para qué valen sus análisis?
Las notas crediticias que otorgan estas empresas a estados, empresas e incluso productos financieros sirve de referencia a los inversores. Aunque en ocasiones las calificaciones que les dan juegan en su contra, es mejor estar dentro del rango de actuación de las agencias que no estarlo. Los inversores no confían en las inversiones que no están calificadas por estos organismos. El rating es clave para fijar el coste y acceso al crédito de un estado o empresa.
Desde siempre, las agencias han sido un claro referente en los mercados financieros, capaz de marcar el ritmo de una empresa en Bolsa y en el mercado de deuda. Si los veredictos son positivos, los inversores apuestan por ellas. Si son negativos, en muchos casos pueden salir de las carteras de inversión de los grandes operadores.
Muchos fondos de inversión, por ejemplo, cuentan con políticas restrictivas que les impiden invertir en activos considerados de alto riesgo. Por ello, si tienen títulos bursátiles o activos de deuda de una empresa o un estado y este sufre un deterioro en su calificación, están obligadas a vender sus títulos. El efecto es nefasto en el mercado, ya que ventas masivas suelen provocar una gran caída en los activos afectados.
¿Están manipulados sus informes?
En principio, todas las agencias defienden su independencia y transparencia. Sin embargo, en los últimos años se ha generado una gran polémica, sobre todo en Europa, donde numerosos inversores, analistas e incluso instituciones consideran que los análisis para estados y empresas europeas son más negativos que los que realizan para las compañías estadounidenses, con las que son más benévolas.
Es solo una impresión que no se puede confirmar, pero en ocasiones parece que la sensibilidad de las agencias es más positiva con las empresas estadounidenses que con las europeas. No hay que olvidar que Standard&Poor’s y Moody’s ostentan el 80% del mercado y ambas son de EEUU. Por eso, algunas voces se han alzado pidiendo la creación de una agencia europea que contrarreste el poder americano.
¿Se puede obviar a las agencias de rating?
Sí. Ser analizado y contar con la calificación de una agencia está en manos de cada estado o empresa. No es obligatorio para nadie disponer de su evaluación. Sin embargo, en el mundo financiero estar dentro de su control es fundamental, ya que confiere confianza a los inversores, por la independencia de sus análisis y la transparencia que tratan de inculcar.
No contar con sus análisis puede ser interpretado como un símbolo de ocultación de datos. Su poder de influencia es hoy tan alto que los grandes inversores solo toman posiciones en estados y empresas que están bajo la lupa de las agencias. Sus ratings son una referencia ineludible. Se han convertido en los jueces del mercado.
Numerosas entidades de la gran banca de inversión, fondos de inversión y de pensiones tienen establecida en su política de inversiones la obligación de solo apostar por activos que estén calificados por las agencias.
¿Qué calificaciones pueden dar?
Las agencias de rating cuentan con una jerga muy particular. Sus calificaciones van de la triple A, que es el equivalente a matrícula de honor, a la D (de «default», impago en inglés).
Entre estas letras, hay una escala intermedia, que indica la degradación del riesgo. En concreto, las calificaciones se dividen en dos grupos: el de «grado de inversión», que indica que la empresa o país en cuestión es una buena inversión, (que se puede invertir en él tanto en Bolsa como en deuda porque es de calidad) y el de bono basura, que muestra que se trata de una inversión de alto riesgo.
Moddy’s, por ejemplo, utiliza una escala de rating que parte de Aaa y termina en D. El rango se subdivide en dos partes. La zona de calidad agrupa a las notas Aaa, Aa2, A2 y Baa2. El segmento de alto riesgo comienza en Ba2 y termina en C.
¿Qué indica la calificación «bono basura»?
Este término, muy repetido en los últimos meses, indica que una empresa o estado no cuenta con la calidad suficiente como para afrontar en un futuro sus obligaciones de pago con estabilidad. Dentro del rango de «bono basura» hay, no obstante, posiciones intermedias, aunque toda su escala indica que la entidad evaluada es una inversión de alto riesgo. La peor calificación es la D, que apunta a que está en suspensión de pagos y que, por tanto, no podrá hacer frente a sus deudas.
Por ejemplo, Moody’s hace unos días bajaba la nota de España de A3 a Baa3, lo que deja la solvencia de nuestro país a tan solo un paso del «bono basura». Esto indica que España ha perdido calidad y que el riesgo de invertir en él es ahora más alto.
¿Son infalibles?
No. Las agencias de calificación también se equivocan. Los errores que han cometido en la crisis actual son muy numerosos. En 2008, otorgaron la máxima calidad crediticia a varias entidades que quebraron pocos meses después, con el estallido de las hipotecas «subprime». El gigante estadounidense AIG contaba con la calificación de Aa- cuando anunció su quiebra. Y Enron, la petrolera que protagonizó en 2008 la mayor bancarrota empresarial, también mantenía una nota de doble A, de elevada solvencia, poco antes de quebrar.
Tampoco fueron capaces de alertar sobre el colapso económico de Islandia en 2008. Moody’s mantuvo una calificación de Aaa para este país hasta cinco meses antes de que sus bancos quebrasen. Cuando el octubre de 2008 Islandia hizo público que estaba al borde de la insolvencia, su calificación se mantenía en Aa.
¿Qué pasa si se equivocan?
Una de las grandes críticas que se hace a las agencias de calificación es que si se equivocan, quedan impunes, no son sancionadas por nadie.
Esto es así porque no hay regulación sobre su negocio, una de las grandes lagunas que ha generado polémica y debate en los últimos años. Ellas se defienden diciendo que solo emiten opiniones y que están amparadas por la Constitución de EE. UU., que protege la libertad de expresión.
Fuente > Navactiva